Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
Han pasado más de quince días desde que
Donald Trump regresó a la Casa Blanca, y la sensación de peligro y de
vértigo no da tregua. Nos tiene en un
estado de alerta permanente, preguntándonos cuál será su próximo movimiento.
Como alguien que consume noticias de manera compulsiva, reconozco que he
llegado a mi límite, pero en este mundillo de análisis y reporte de noticias,
uno no puede darse tan fácil el lujo de desconectarse.
Mi momento de mayor agotamiento llegó con
la guerra de declaraciones y los arancelazos. Trump pensó que, con tarifas
aduaneras agresivas, podría enderezar el tablero internacional, pero se
encontró con un Justin Trudeau a la ofensiva y con Gustavo Petro incendiando
Twitter. A esto se sumó Claudia Sheinbaum, presidenta de México, quien tomó un
respiro estratégico y puso el balón en el suelo. Con un mensaje claro en redes
sociales, expuso que, en el problema del fentanilo (principal motor discursivo
de Trump), México tiene responsabilidades, pero en Estados Unidos tampoco se
están haciendo bien las cosas. Esto sin mencionar el conflicto de las
deportaciones masivas, que han puesto en crisis a las comunidades migrantes.
En medio de este caos informativo, me
topé con una pieza audiovisual de Ezra Klein en The New York Times. En el
video, que también está la transcripción disponible, Klein recordaba una
entrevista de 2019 con Steve Bannon para PBS, donde el estratega de Trump
describía la lógica de su gobierno en términos militares: “Todos los días los
atacamos con tres cosas. Morderán el anzuelo con una, y nosotros terminaremos
todo nuestro trabajo. ¡Bang, bang, bang! Estos tipos nunca, nunca podrán recuperarse. Pero tenemos que
empezar con
“Muzzle velocity” es la velocidad con la
que una bala sale del cañón de un arma y es una metáfora perfecta para lo que
estamos viviendo: Trump dispara ideas y decretos a tal velocidad que el
público, los medios y la oposición apenas pueden reaccionar antes de que llegue
el siguiente impacto.
En este corto lapso de tiempo, ya ha
desmantelado USAID, impuesto aranceles a diestra y siniestra, firmado órdenes
ejecutivas para involucrarse en Gaza y, por si fuera poco, generado polémica
por declaraciones racistas sobre accidentes aéreos y diversidad. No nos deja
analizar una crisis cuando ya ha desatado tres más.
El problema de fondo es que la democracia
se construye con contrapesos, y Trump y su equipo están pulverizando la ya de
por sí endeble oposición estadounidense. Esto ha provocado que figuras
externas, como Sheinbaum, tengan que corregirle la plana desde el minuto 1 de
las amenazas. Ante lo anterior, la presidenta apuntó a “esperar con cabeza
fría” para poder encontrar dialogo y respuestas.
Y si miramos de cerca, todas las crisis
que han intentado instalar han fracasado: los aranceles no prosperaron, los
tribunales tumbaron el congelamiento de fondos nacionales de ayuda, y los
precios de la canasta básica siguen inamovibles. Ruido sin resultados, pero con
un control absoluto del discurso.
Aquí es donde entra el libro “La doctrina
del shock” de Naomi Klein. En su obra de 2007, Klein describe cómo las élites
políticas y económicas aprovechan momentos de crisis y confusión para imponer
políticas radicales que, en tiempos normales, serían impensables. Este es el
manual de Trump: generar una crisis tras otra, saturar el debate público y
desorientar a la ciudadanía para imponer su visión sin resistencia efectiva.
Trump fue elegido en democracia, pero no
es un demócrata y su estrategia es clara: controlar la narrativa a base de caos
y desmovilización. La única forma de enfrentar este fenómeno es regresando a
las bases, construyendo comunidad y generando conciencia social.
Esta columna es la enésima que escribo
sobre Trump y su regreso al poder y he decidido tomarme una pausa. No porque el
tema haya dejado de ser relevante, sino porque es parte del juego que nos tiene
atrapados: mantener nuestra atención y convertirnos en sus altavoces. No planeo
caer más en la trampa.
Llegué a esta conclusión en el momento
más simple y revelador: corriendo en el parque detrás de mi ahijado, intentando
recuperar el aire. Desconectarme, aunque fuera por unos minutos, me permitió
ver el panorama con mayor claridad y es lo que muchos autores apuntan que hay
que hacer para verdaderamente conducir a un cambio. De momento, agradezco a
Mateo, mi ahijado, y a Edna, mi brújula,
motor y compañera de vida, por recordarme que, a veces, lo más importante es
simplemente tomar un respiro.
Sígueme en twitter como @carlosavm
carlosavme@gmail.com
https://carlosvillalobos.substack.com/
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Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
Han pasado más de quince días desde que
Donald Trump regresó a la Casa Blanca, y la sensación de peligro y de
vértigo no da tregua. Nos tiene en un
estado de alerta permanente, preguntándonos cuál será su próximo movimiento.
Como alguien que consume noticias de manera compulsiva, reconozco que he
llegado a mi límite, pero en este mundillo de análisis y reporte de noticias,
uno no puede darse tan fácil el lujo de desconectarse.
Mi momento de mayor agotamiento llegó con
la guerra de declaraciones y los arancelazos. Trump pensó que, con tarifas
aduaneras agresivas, podría enderezar el tablero internacional, pero se
encontró con un Justin Trudeau a la ofensiva y con Gustavo Petro incendiando
Twitter. A esto se sumó Claudia Sheinbaum, presidenta de México, quien tomó un
respiro estratégico y puso el balón en el suelo. Con un mensaje claro en redes
sociales, expuso que, en el problema del fentanilo (principal motor discursivo
de Trump), México tiene responsabilidades, pero en Estados Unidos tampoco se
están haciendo bien las cosas. Esto sin mencionar el conflicto de las
deportaciones masivas, que han puesto en crisis a las comunidades migrantes.
En medio de este caos informativo, me
topé con una pieza audiovisual de Ezra Klein en The New York Times. En el
video, que también está la transcripción disponible, Klein recordaba una
entrevista de 2019 con Steve Bannon para PBS, donde el estratega de Trump
describía la lógica de su gobierno en términos militares: “Todos los días los
atacamos con tres cosas. Morderán el anzuelo con una, y nosotros terminaremos
todo nuestro trabajo. ¡Bang, bang, bang! Estos tipos nunca, nunca podrán recuperarse. Pero tenemos que
empezar con
“Muzzle velocity” es la velocidad con la
que una bala sale del cañón de un arma y es una metáfora perfecta para lo que
estamos viviendo: Trump dispara ideas y decretos a tal velocidad que el
público, los medios y la oposición apenas pueden reaccionar antes de que llegue
el siguiente impacto.
En este corto lapso de tiempo, ya ha
desmantelado USAID, impuesto aranceles a diestra y siniestra, firmado órdenes
ejecutivas para involucrarse en Gaza y, por si fuera poco, generado polémica
por declaraciones racistas sobre accidentes aéreos y diversidad. No nos deja
analizar una crisis cuando ya ha desatado tres más.
El problema de fondo es que la democracia
se construye con contrapesos, y Trump y su equipo están pulverizando la ya de
por sí endeble oposición estadounidense. Esto ha provocado que figuras
externas, como Sheinbaum, tengan que corregirle la plana desde el minuto 1 de
las amenazas. Ante lo anterior, la presidenta apuntó a “esperar con cabeza
fría” para poder encontrar dialogo y respuestas.
Y si miramos de cerca, todas las crisis
que han intentado instalar han fracasado: los aranceles no prosperaron, los
tribunales tumbaron el congelamiento de fondos nacionales de ayuda, y los
precios de la canasta básica siguen inamovibles. Ruido sin resultados, pero con
un control absoluto del discurso.
Aquí es donde entra el libro “La doctrina
del shock” de Naomi Klein. En su obra de 2007, Klein describe cómo las élites
políticas y económicas aprovechan momentos de crisis y confusión para imponer
políticas radicales que, en tiempos normales, serían impensables. Este es el
manual de Trump: generar una crisis tras otra, saturar el debate público y
desorientar a la ciudadanía para imponer su visión sin resistencia efectiva.
Trump fue elegido en democracia, pero no
es un demócrata y su estrategia es clara: controlar la narrativa a base de caos
y desmovilización. La única forma de enfrentar este fenómeno es regresando a
las bases, construyendo comunidad y generando conciencia social.
Esta columna es la enésima que escribo
sobre Trump y su regreso al poder y he decidido tomarme una pausa. No porque el
tema haya dejado de ser relevante, sino porque es parte del juego que nos tiene
atrapados: mantener nuestra atención y convertirnos en sus altavoces. No planeo
caer más en la trampa.
Llegué a esta conclusión en el momento
más simple y revelador: corriendo en el parque detrás de mi ahijado, intentando
recuperar el aire. Desconectarme, aunque fuera por unos minutos, me permitió
ver el panorama con mayor claridad y es lo que muchos autores apuntan que hay
que hacer para verdaderamente conducir a un cambio. De momento, agradezco a
Mateo, mi ahijado, y a Edna, mi brújula,
motor y compañera de vida, por recordarme que, a veces, lo más importante es
simplemente tomar un respiro.
Sígueme en twitter como @carlosavm
carlosavme@gmail.com
https://carlosvillalobos.substack.com/
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Tomar un respiro, para poder hacer frente a Trump
07 de Febrero del 2025
Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
Han pasado más de quince días desde que
Donald Trump regresó a la Casa Blanca, y la sensación de peligro y de
vértigo no da tregua. Nos tiene en un
estado de alerta permanente, preguntándonos cuál será su próximo movimiento.
Como alguien que consume noticias de manera compulsiva, reconozco que he
llegado a mi límite, pero en este mundillo de análisis y reporte de noticias,
uno no puede darse tan fácil el lujo de desconectarse.
Mi momento de mayor agotamiento llegó con
la guerra de declaraciones y los arancelazos. Trump pensó que, con tarifas
aduaneras agresivas, podría enderezar el tablero internacional, pero se
encontró con un Justin Trudeau a la ofensiva y con Gustavo Petro incendiando
Twitter. A esto se sumó Claudia Sheinbaum, presidenta de México, quien tomó un
respiro estratégico y puso el balón en el suelo. Con un mensaje claro en redes
sociales, expuso que, en el problema del fentanilo (principal motor discursivo
de Trump), México tiene responsabilidades, pero en Estados Unidos tampoco se
están haciendo bien las cosas. Esto sin mencionar el conflicto de las
deportaciones masivas, que han puesto en crisis a las comunidades migrantes.
En medio de este caos informativo, me
topé con una pieza audiovisual de Ezra Klein en The New York Times. En el
video, que también está la transcripción disponible, Klein recordaba una
entrevista de 2019 con Steve Bannon para PBS, donde el estratega de Trump
describía la lógica de su gobierno en términos militares: “Todos los días los
atacamos con tres cosas. Morderán el anzuelo con una, y nosotros terminaremos
todo nuestro trabajo. ¡Bang, bang, bang! Estos tipos nunca, nunca podrán recuperarse. Pero tenemos que
empezar con
“Muzzle velocity” es la velocidad con la
que una bala sale del cañón de un arma y es una metáfora perfecta para lo que
estamos viviendo: Trump dispara ideas y decretos a tal velocidad que el
público, los medios y la oposición apenas pueden reaccionar antes de que llegue
el siguiente impacto.
En este corto lapso de tiempo, ya ha
desmantelado USAID, impuesto aranceles a diestra y siniestra, firmado órdenes
ejecutivas para involucrarse en Gaza y, por si fuera poco, generado polémica
por declaraciones racistas sobre accidentes aéreos y diversidad. No nos deja
analizar una crisis cuando ya ha desatado tres más.
El problema de fondo es que la democracia
se construye con contrapesos, y Trump y su equipo están pulverizando la ya de
por sí endeble oposición estadounidense. Esto ha provocado que figuras
externas, como Sheinbaum, tengan que corregirle la plana desde el minuto 1 de
las amenazas. Ante lo anterior, la presidenta apuntó a “esperar con cabeza
fría” para poder encontrar dialogo y respuestas.
Y si miramos de cerca, todas las crisis
que han intentado instalar han fracasado: los aranceles no prosperaron, los
tribunales tumbaron el congelamiento de fondos nacionales de ayuda, y los
precios de la canasta básica siguen inamovibles. Ruido sin resultados, pero con
un control absoluto del discurso.
Aquí es donde entra el libro “La doctrina
del shock” de Naomi Klein. En su obra de 2007, Klein describe cómo las élites
políticas y económicas aprovechan momentos de crisis y confusión para imponer
políticas radicales que, en tiempos normales, serían impensables. Este es el
manual de Trump: generar una crisis tras otra, saturar el debate público y
desorientar a la ciudadanía para imponer su visión sin resistencia efectiva.
Trump fue elegido en democracia, pero no
es un demócrata y su estrategia es clara: controlar la narrativa a base de caos
y desmovilización. La única forma de enfrentar este fenómeno es regresando a
las bases, construyendo comunidad y generando conciencia social.
Esta columna es la enésima que escribo
sobre Trump y su regreso al poder y he decidido tomarme una pausa. No porque el
tema haya dejado de ser relevante, sino porque es parte del juego que nos tiene
atrapados: mantener nuestra atención y convertirnos en sus altavoces. No planeo
caer más en la trampa.
Llegué a esta conclusión en el momento
más simple y revelador: corriendo en el parque detrás de mi ahijado, intentando
recuperar el aire. Desconectarme, aunque fuera por unos minutos, me permitió
ver el panorama con mayor claridad y es lo que muchos autores apuntan que hay
que hacer para verdaderamente conducir a un cambio. De momento, agradezco a
Mateo, mi ahijado, y a Edna, mi brújula,
motor y compañera de vida, por recordarme que, a veces, lo más importante es
simplemente tomar un respiro.
Sígueme en twitter como @carlosavm
carlosavme@gmail.com
https://carlosvillalobos.substack.com/