Siempre digo, y con mucho orgullo, que soy producto de un matriarcado. La fuente absoluta de mi crianza y formación, hasta la fecha a mis 50 años, ha sido mi madre. Mi abuela materna también es un pilar importante en este proceso y lo fue hasta que partió a mejores y verdes prados.

 

Dado este contexto, puedo decir que a lo largo de mi vida he sido testigo de primera mano de lo que ha sido un esfuerzo mayúsculo de una mujer sola sacándose adelante a sí misma y a su familia.

 

Su historia de superación, que ha ido desde una formación profesional hecha con tesón y muchos sacrificios, hasta su vida de trabajo marcada por su género y el generosísimo papel de madre de 3, que al día de hoy sigue ejerciendo, por las muchas historias que me ha contado, sé que nada de ello ha sido sencillo. Desde muy niña ha sido ese salmón que va contracorriente, tal vez flaqueando en algún momento, pero nunca claudicando.

Anécdotas que pusieron a prueba su temple: acoso, discriminación, violencia; situaciones que, desafortunadamente tenían un origen claro: sucedían porque es mujer.

Me animo a compartir todo lo anterior en el marco de una fecha que, si fuéramos sensatos, no tendría que estar marcada en el calendario.

 

Necesitar recordarnos la natural condición humana a prevalecer, que es la igualdad, la equidad, la justicia sin distingos, debería ser la reflexión prevaleciente, pues no tendría que  ser así.

 

¿Y saben qué es lo más jodido de todo esto?, pues que la historia de mi madre es sólo un toque de un lienzo puntillista. Mi esposa, mi hermana, muchas amigas, colegas y compañeras tienen en su haber peripecias que describen el difícil cotidiano de las mujeres todavía hoy.

Además, violaciones, desapariciones y feminicidios, que la autoridad ignominiosamente acumula en estadísticas, ante  una sociedad atónita que no alcanza a reaccionar.

Las manifestaciones y marchas ni siquiera necesitan ser justificadas. Serán indispensables hasta que en conjunto resolvamos esto.

 

Y hay que decirlo. Gritar, romper, pintar, quemar, solamente son resultado de esa enorme frustración acumulada. No gusta, pero las hemos dejado sin alternativa. No hay forma de no reconocerles ese DERECHO.

 

 

MICROCUENTO

El monstruo pasea libre. Y cuando le da la gana, aprieta, asfixia. La angustia crece y crece. Hay que eliminarlo y ellas lo saben. 

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Siempre digo, y con mucho orgullo, que soy producto de un matriarcado. La fuente absoluta de mi crianza y formación, hasta la fecha a mis 50 años, ha sido mi madre. Mi abuela materna también es un pilar importante en este proceso y lo fue hasta que partió a mejores y verdes prados.

 

Dado este contexto, puedo decir que a lo largo de mi vida he sido testigo de primera mano de lo que ha sido un esfuerzo mayúsculo de una mujer sola sacándose adelante a sí misma y a su familia.

 

Su historia de superación, que ha ido desde una formación profesional hecha con tesón y muchos sacrificios, hasta su vida de trabajo marcada por su género y el generosísimo papel de madre de 3, que al día de hoy sigue ejerciendo, por las muchas historias que me ha contado, sé que nada de ello ha sido sencillo. Desde muy niña ha sido ese salmón que va contracorriente, tal vez flaqueando en algún momento, pero nunca claudicando.

Anécdotas que pusieron a prueba su temple: acoso, discriminación, violencia; situaciones que, desafortunadamente tenían un origen claro: sucedían porque es mujer.

Me animo a compartir todo lo anterior en el marco de una fecha que, si fuéramos sensatos, no tendría que estar marcada en el calendario.

 

Necesitar recordarnos la natural condición humana a prevalecer, que es la igualdad, la equidad, la justicia sin distingos, debería ser la reflexión prevaleciente, pues no tendría que  ser así.

 

¿Y saben qué es lo más jodido de todo esto?, pues que la historia de mi madre es sólo un toque de un lienzo puntillista. Mi esposa, mi hermana, muchas amigas, colegas y compañeras tienen en su haber peripecias que describen el difícil cotidiano de las mujeres todavía hoy.

Además, violaciones, desapariciones y feminicidios, que la autoridad ignominiosamente acumula en estadísticas, ante  una sociedad atónita que no alcanza a reaccionar.

Las manifestaciones y marchas ni siquiera necesitan ser justificadas. Serán indispensables hasta que en conjunto resolvamos esto.

 

Y hay que decirlo. Gritar, romper, pintar, quemar, solamente son resultado de esa enorme frustración acumulada. No gusta, pero las hemos dejado sin alternativa. No hay forma de no reconocerles ese DERECHO.

 

 

MICROCUENTO

El monstruo pasea libre. Y cuando le da la gana, aprieta, asfixia. La angustia crece y crece. Hay que eliminarlo y ellas lo saben. 

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DERECHO

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10 de Marzo del 2025

 

Siempre digo, y con mucho orgullo, que soy producto de un matriarcado. La fuente absoluta de mi crianza y formación, hasta la fecha a mis 50 años, ha sido mi madre. Mi abuela materna también es un pilar importante en este proceso y lo fue hasta que partió a mejores y verdes prados.

 

Dado este contexto, puedo decir que a lo largo de mi vida he sido testigo de primera mano de lo que ha sido un esfuerzo mayúsculo de una mujer sola sacándose adelante a sí misma y a su familia.

 

Su historia de superación, que ha ido desde una formación profesional hecha con tesón y muchos sacrificios, hasta su vida de trabajo marcada por su género y el generosísimo papel de madre de 3, que al día de hoy sigue ejerciendo, por las muchas historias que me ha contado, sé que nada de ello ha sido sencillo. Desde muy niña ha sido ese salmón que va contracorriente, tal vez flaqueando en algún momento, pero nunca claudicando.

Anécdotas que pusieron a prueba su temple: acoso, discriminación, violencia; situaciones que, desafortunadamente tenían un origen claro: sucedían porque es mujer.

Me animo a compartir todo lo anterior en el marco de una fecha que, si fuéramos sensatos, no tendría que estar marcada en el calendario.

 

Necesitar recordarnos la natural condición humana a prevalecer, que es la igualdad, la equidad, la justicia sin distingos, debería ser la reflexión prevaleciente, pues no tendría que  ser así.

 

¿Y saben qué es lo más jodido de todo esto?, pues que la historia de mi madre es sólo un toque de un lienzo puntillista. Mi esposa, mi hermana, muchas amigas, colegas y compañeras tienen en su haber peripecias que describen el difícil cotidiano de las mujeres todavía hoy.

Además, violaciones, desapariciones y feminicidios, que la autoridad ignominiosamente acumula en estadísticas, ante  una sociedad atónita que no alcanza a reaccionar.

Las manifestaciones y marchas ni siquiera necesitan ser justificadas. Serán indispensables hasta que en conjunto resolvamos esto.

 

Y hay que decirlo. Gritar, romper, pintar, quemar, solamente son resultado de esa enorme frustración acumulada. No gusta, pero las hemos dejado sin alternativa. No hay forma de no reconocerles ese DERECHO.

 

 

MICROCUENTO

El monstruo pasea libre. Y cuando le da la gana, aprieta, asfixia. La angustia crece y crece. Hay que eliminarlo y ellas lo saben. 

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